HOTEL BARCELO MANAGUA

  No deseaba quedarme bajo el frío y el viento de Managua, menos de los aguaceros que inundaron la ciudad, como un pobre perro pulgoso, nada de eso. Así que me di a la tarea de romper el chanchito alcancía y visitar uno de los hoteles de moda, por no decir el más caché de la ciudad. El majestuoso Hotel Barcelo Managua, en las inmediaciones de Villa Fontana, donde si no se tiene automóvil, es mejor no ir.  Así que luego de registrarnos la pandilla perruna, nos dieron dos tipos de cuarto.  Ambos en el segundo piso, donde también se realizan los eventos en hermosas salas de convenciones.

     Uno de los dormitorios, no tan espacioso, como esperabamos, se situaba con vista a la piscina y el bar.  Y el otro, mirando hacia la calle, es decir, del otro lado del corredor. Y el otro, al igual, casi llegando al final del corredor. 


      Uno de los dormitorios de una sola camita, guau, guau, apropiadamente con ropa de cama, de suave textura, pero tamaño king size, con más de una almohada, nos permitió dejar nuestro huesudos cuerpos dormitar por una hora.  Me encantó el café que de cortesía, se posaba en un platón, con todo y cafetera.  No vi la cremora, creo que mi princesa perruna, se la llevo a escondidas. 

     En las otras habitaciones dobles, con dos camas, para los que no lo saben. Se podía ver una amplitud de unos pasos más que la que le correspondió al rey de los sabuesos.  En todas, ahora ya no hay esas panzonas televisiones de hace unos años atrás, sino que ahora es pantalla plana, y tienen un canal de bienvenida solo del Barceló y de Montelimar !Qué caché, no!
       Todos los guatos nos fuimos a la piscina, que en ese momento, estaba más helada que congelador.  Hicimos lo del reglamento, y nos tiramos agua antes de ingresar a la alberca.  Y eso que callejeros somos de buen pedigrí, sin embargo, queríamos colarnos entre la crema y nata. Dos de mis perrunas amigas, exhibiendo sus esbeltos cuerpos, ante la mirada de más de un ancianito, por poco se nos ahoga con la comida, nos dimos vida de rey, y nos pedimos unos cocteles y unas chelitas.  La piscina no es tán grande, pero corre un viento de los mil demonios, cuando uno sale, que requiere de más de una cobija para nuestros pellejudos cuerpos.

          No podemos dejar de hablar de los bufetes, que está de tiro.  Tanto desayuno, almuerzo y cena.  Dios mío. Era un paraiso. Nos dimos una "hartada" como si el mundo se acababa al día siguiente.  El servicio de maravilla, porque los bien vestidos saloneros no dejaban de rodearnos como lo hacen los policías a los delincuentes, siempre prestos a cualquier cosa que se nos ofrecía, que ya daba miedo moverse de la silla, porque brincaban para ver que deseabamos.
          Imaginese.  Huevitos en ¿cómo se llama? Ah, si, omelette, mmm, rico, guau, guau.  Salchichas, pan tostado, carne, todo tipo de frutas y batidos, corn flakes, yogurt, cereales, lo que no tienen idea.  Corte de carne de cerdo o steak, que nos gusta a los caninos, y en las noches, quedamos más panzones que botijas de piñatas.  

         En la noche, para los que gustan cantar en karaoke, hay una oferta en día de semana, no tan estupenda como esperabamos, pero para pasarla bien. Eso si a partir de las 8 de la noche en adelante.  Pero fuera de eso hay música en vivo, y el bar es excelente.  Como mi querida perruna deseaba probar el restaurante chino ¿o era japones? Lo cierto es que había suchi y ella solo cerraba los ojos mientras como una gran maestro con los palillos se llevaba las cosas esas redondas y pegajosas al hocico, bueno no olviden que aunque una dama, es una tremenda perra.  !No sean mal pensados, amigos!

           Luego, nos dimos la bailada del siglo, y todos que decíamos ser buenos bailarines, dabamos lastima. Por lo que mejor decidimos, ir probar suerte en el casino, frente al edificio central del hotel, llamado algo asi como el Kingdom, y como eramos huespedes, nos dieron unas boletitas para intercambiar por fichas, y con ello, zas, viendo la mejor suerte de pagar unas estadías más con lo que ganaramos, al final salimos trasquilados y debimos cantar viajera tal y como lo teníamos planeado.
            Fuera de algunos asuntitos que se debe tomar en consideración por parte de la gerencia, todo estuvo en una nota de 8.9, y no siendo tan exigente, pero es una fabulosa alternativa para que los cansados huesos descansen en el casco urbano de la capital.

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